Una vez más, ya estoy de vuelta en Madrid. Pese a que este viaje era de trabajo, he podido disponer de una cantidad de tiempo para turismo inusitada, lo que me ha permitido conocer en profundidad la preciosa ciudad de Budapest.
Debido a lo precipitado del viaje, y a la semana infernal que lo precedió, no tuve tiempo de buscar información sobre Budapest o Hungría. Sin embargo, esto me permitió sorprenderme más por las peculiaridades del lugar. Dejando a un lado la belleza de la propia ciudad y su arquitectura, dos cosas son las que más llamaron mi atención: lo barato que es todo (o casi todo), y el ambiente nocturno. Respecto a lo primero, y por poner un ejemplo, por 20 ó 25 € por persona comes como un señor en un restaurante elegante de una buena zona, con tus dos platos, bebida y postre. Por otro lado, en un restaurante más casero y recóndito, puedes comer por 3 € perfectamente.
Respecto a lo segundo, todo se puede explicar si tenemos en cuenta el apodo de Hungría como el “Hollywood del porno europeo“. Y es que en Hungría el negocio del porno mueve ingentes cantidades de dinero, por lo que el paisaje nocturno está plagado de “night clubs“, y sus comerciales te asaltan en plena calle para ofrecerte su mercancía de las formas más extravagantes y explícitas: desde perseguirte y rogarte, haciendo hincapié en que nuestras compañeras de trabajo entrarían gratis; hasta ponerse directamente a gritar “welcome to fuckerland, fucking pussy fucking land” y cosas parecidas durante unos minutos.
Como bonus track, otra cosa que sorprende bastante es el peculiar carácter de los húngaros, que parecen tener únicamente dos velocidades: simpáticos y agradables, o totalmente bordes y ariscos. A algunos camareros daban ganas de invitarles a unas copas, y a otros a una patada en la boca. A lo largo de todos los comercios y lugares públicos, la máxima se repetía: o muy majos, o unos siesos de cojones.
Pero pasemos a la crónica del viaje.
Día 1
El día se inició con un madrugón indecente, y el correspondiente vuelo. Cogimos un taxi y fuimos rumbo al hotel Gellért, donde estuvimos alojados. El hotel está a orillas del Danubio, en la parte de Buda, y junto a la colina de San Gerardo (Gellért, que también da nombre al hotel).
El balcón de mi habitación daba al portón del balneario Gellért, y es el último de la fila de la izquierda, justo a la izquierda del capitel superior de la columna.
Lo primero que hicimos fue ir a comer algo, para lo cual teníamos que cruzar el Puente de la Libertad -uno de los más famosos de Budapest- y dirigirnos a Pest.
Comimos en la calle Váci, céntrica y muy ajetreada. Durante el día, te asaltaban para que pasaras a sus restaurantes. Durante la noche, para que pasaras a sus night clubs.
Tras comer, fuimos al hotel a deshacer el equipaje, y nuestro jefe se quedó trabajando. Alberto y yo nos fuimos a reconocer un poco la ciudad, en la que él ya había estado brevemente. El transporte de la ciudad está sacado directamente del mundo viejuno, tanto tranvías como metro y autobuses. No obstante, el metro de Budapest es el segundo más antiguo del mundo, y su línea 1 data de 1896.
Tras reconocer la zona céntrica de Pest, nos dirigimos al puente más famoso de Budapest, y uno de los más famosos del mundo: el Puente de las Cadenas.
Atravesando el puente podemos obtener una preciosa panorámica del Castillo de Buda.
En cada uno de los extremos del puente, dos leones guardianes flanquean su entrada.
Justo enfrente encontramos el famoso funicular del Castillo de Buda (Budavári Sikló), uno de los más antiguos del mundo.
Ya arriba, observamos las increíbles panorámicas de Pest que pueden verse desde allí.
El propio palacio del Castillo es precioso. Tuvo que ser reconstruido tras la segunda guerra mundial, cuando fue utilizado como último reducto por las tropas alemanas. Las mismas tropas que dinamitaron el Puente de las Cadenas original, que también tuvo que ser reconstruido.
Desde allí nos dirigimos hacia la Iglesia de Matías y el Bastión de los Pescadores. En la plaza, la estatua ecuestre de Esteban I acapara la atención del visitante.
Respecto al propio Bastión, sólo decir que es una de las construcciones más bonitas que he visto en mi vida.
Las vistas desde arriba, como en todo punto alto de la ciudad, eran impresionantes. En este caso, además, al estar el Castillo de Buda fuera de la vista, podemos contemplar la Isla Margarita en el cauce del Danubio.
Al iniciar el descenso de la colina, pude ver un Trabant en perfecto estado de conservación. Pude ver muchos más, pero es que éste tenía hasta autorradio.
Continuando el descenso, pude observar la que es, para mí, la mejor vista de la Iglesia de Matías y el Bastión de los Pescadores.
Por fin, llegamos de nuevo a la orilla del Danubio, y observamos el majestuoso Parlamento de Budapest, cuya construcción requirió en la época de los recursos necesarios para construir una ciudad para 30.000 habitantes con todas sus casas, instalaciones y facilidades.
Tras esto, partimos hacia el hotel, para darnos una ducha y prepararnos para el technical meeting. Parece mucho paseo para media tarde, ¿verdad? Entre la primera y la última foto hay una diferencia de 3 horas, y no usamos transporte público (excepto 5 minutos a la vuelta). Si conocéis Budapest, sabréis lo que supone este paseo. Y es que el ritmo que imprimimos cuando vamos solos es un tanto bestia. :-)
A las 18:30 estábamos como un clavo en el hotel donde habíamos convocado la reunión. Al final, el project leader llegó casi dos horas más tarde, sólo para darse cuenta de que no había reservado en ese hotel, sino en otro con el mismo nombre. Y ahí vivimos una situación cómica, cuando al ir a saludar a nuestro colega griego, una camarera del hotel poco menos que me asaltó al ver que nos habíamos levantado sin pagar las cervezas. Me agarró del brazo y me espetó un “nobody paid for your drinks“, justo mientras mi jefe se acercaba a la barra con la tarjeta de crédito.
Como comentaba con respecto al carácter húngaro, es curioso que en un hotel de 4 estrellas bastante elegante hagan este tipo de cosas, máxime a tres tíos más o menos bien vestidos, con maletines de portátiles, y que van a saludar a otro tío que va con maleta, portátil y un portatrajes. ¿Cree que vamos a salir corriendo con los bártulos? Si quisiera haber hecho un “sinpa“, habría elegido cualquier mesa menos la que era más visible desde la barra, la recepción y la puerta.
Tras un paseo relativamente largo, en el que nos ofrecieron night clubs en varias ocasiones (cuatro tíos claramente de negocios… buen negocio para ellos, supongo), llegamos al hotel correcto. A esperar en recepción, y a pedir más cervezas. Nos encontramos a otro griego y al sueco (realmente austriaco, pero uno de los suecos locos), y finalmente baja el project leader, cuando eran casi las 21:30. Y entonces, en un secreto y silencioso acuerdo tácito, decidimos ir a cenar. Nadie menciona el technical meeting, y nosotros tres con los portátiles en el restaurante. Cosas que pasan.
Lo del restaurante… merece una entrada exclusiva. En mi vida había visto semejante exageración con las cantidades de comida. Auténticos cebatiles. En el primero, con goulash para cuatro comimos 10. En el segundo, creo que sólo dos seres poseedores de la mítica metatenia pudieron dar cuenta de semejante barbaridad. Llegados al postre, todavía alguno pidió más comida, y nosotros nos acordamos del Fanegas.
Creía que en mi vida volvería a ver semejante oxímoron alimentario. Estaba equivocado. Al día siguiente lo comprendería.
Día 2
El segundo día por la mañana lo invertimos en una sala de reuniones, en la preparación del final meeting. Conforme iba viendo las sucesivas chapuzas de planificación, empecé a ser consciente de porqué mi jefe se refería a la organización como “so hungarian“. Comimos como pavos en un restaurante asiático casero, donde una simpática mujer china que apenas sabía cuatro palabras de inglés nos puso unos señores platos de arroz con pollo picante y verduras. Plato único, y no era para menos. Junto con las bebidas (incluyendo refrescos y cervezas), pagamos sólo 10 € por las tres personas. A esto me refería con lo de “ciudad barata”.
Por la tarde nos dirigimos a los cursos formativos de nuestro proyecto que estaban teniendo lugar durante toda la semana, y vivimos la situación “mundo raruno“. Exacto, so hungarian…
Al salir de las reuniones, y cuando aún quedaba un ápice de luz, decidimos hacer de tripas corazón y darnos otra pequeña paliza física, subiendo a pie a la colina de San Gerardo, para ver el Monumento a la Liberación. Y mereció la pena, porque llegamos en el mejor momento de luz; no para hacer fotografías, pero sí para verlo en persona.
Nuevamente, desde ahí teníamos unas vistas privilegiadas.
Cuando rodeamos la fortaleza de la colina, pudimos comprobar que la parte posterior de la misma ofrecía una pendiente mucho más suave para subir, y que había autobuses que hacían el recorrido. Bueno, después de un día completo sentados, el ejercicio físico casi se agradecía.
Tras un breve descanso en el hotel y una reparadora ducha, nos disponemos a dirigirnos a la cena social con todos los miembros del proyecto, al restaurante Fatâl. En la línea del restaurante del día anterior, e incluso en algunos casos aún más bestia; sus raciones eran verdaderamente desmesuradas. Mi plato era la variante “pequeña” de otro que había en la carta, y no pude terminar ni la mitad. Y tengo buen saque. Una auténtica locura.
Hola!
Yo doy fe, de que tiene buen saque!!!
Un saludin, y buena crónica del viaje, como siempre
Buena crónica Death. Sólo un apunte, la línea 1 del metro de Budapest se empezó a usar en 1896, no en 1986 ;P
Cierto, la dislexia me atacó. Ya está corregido, gracias. ;)
Lo has conseguido, ahora tengo ganas de visitar Budapest ¬¬
P.D: no sé cómo te has atrevido a poner la frase de “welcome to fuckerland” sin pensar en las consecuencias que va a tener en las búsquedas peculiares…. :P
Hmmm so where is fuckerland ????
Nah, es broma
Vaya! Me ha chocado que un hombre de negocios como te he imaginado mientras te leía al principio, tuviera ese acertado humor al rato… Jejeje….
Me voy a Budapest por eso he encontrado tu blog, pero con vaqueros… Jeje….
Creo que lo de “hombre de negocios” me queda un poco bastante grande… jajaja.
Por cierto, yo también fui con vaqueros. Incluyendo a las reuniones. ;)
Un saludo.