El 2011 profiere sus últimos suspiros de agonía, y un nuevo año se asoma tímidamente. En apenas unas horas, el 2012 estará aquí.
En estos días, es la típica época en que todo el mundo reflexiona sobre sus propósitos de 2011 (casi nunca cumplidos); y, con una mezcla de condescendiente resignación por esos objetivos sin cumplir, y eufórico optimismo por el año que llega, formula nuevamente objetivos para los próximos doce meses. Y a por otra iteración.
Mi pragmatismo (en ocasiones excesivo) nunca me ha permitido participar de esas listas de propósitos y despropósitos; si bien, y como todo hijo de vecino, siempre tengo en mente mis objetivos para el futuro. Aunque de una forma continua, y nunca restringido a ese período discreto que llega con el año natural. En cualquier caso, si algo he aprendido en estos últimos años es que todo cambia a tal velocidad, que es complicado ya no predecir, sino adaptarse a los sucesos que van llegando. Pierdo la cuenta de las veces que he pensado (o expresado en voz alta) algo parecido a «si me dicen a mí hace X años que estaría haciendo Y…«.
De lo que no me libro es de la introspección, del análisis objetivo -o no- del año que se va. Y creo que ha sido bastante bueno.
En lo personal, he podido disfrutar de mis amigos mucho y muy a menudo (e incluso recuperar amistades «olvidadas«). Toca atesorar el recuerdo, porque creo que en el futuro va a ser todo más complicado. De hecho, el futuro inminente se presenta con la marcha de algunas de estas personas, lo cual ocasiona una mezcla de sentimientos agridulce: la alegría de saber que marchan hacia un futuro mejor (como los que ya se fueron, que también los hay), y la tristeza por el vacío que dejan.
También he podido disfrutar de algunos viajes (una de mis pasiones), aunque no tantos como en otras ocasiones. Fuera de la piel de toro (y de las islas afortunadas), sólo he podido conocer Viena y Bratislava. De hecho, la gente que me conoce ha notado que este año no me he marchado en mi típica escapada navideña. Tiene explicación, más tarde lo entenderéis.
En lo académico, prácticamente todo ha salido de la mejor manera posible. Empecé el año recibiendo el premio por ser primero de promoción en la ingeniería técnica, y más tarde recibí el premio extraordinario para la misma titulación (que terminé en 2009, para unas prisas). ¡Hasta me hicieron regalos en la ceremonia de graduación! Después del verano, y con un esfuerzo final que no sabía que podría llegar a hacer, logré terminar la ingeniería en tiempo récord, e incluso con mejores resultados que la ingeniería técnica.
El único fail en el terreno académico fue que no pude iniciar el máster que quería hacer. Algún genio decidió cambiar el proceso de admisión de méritos (expediente y CV) a… FIFO. Y pese a preinscribirme el mismo día de apertura del expediente, llegué tarde. Cuando hablé con el director del máster, me aseguró que para el próximo curso cambiarían nuevamente el proceso, dejándolo en méritos, como estaba otros años. En cualquier caso, más que un fail terminó siendo un everything went better than expected, porque los acontecimientos posteriores me han demostrado que, muy probablemente, el máster habría sido una carga este año.
En lo profesional, el año también ha sido bueno. No sólo por los resultados del mismo (que también), sino por la perspectiva de lo que está por llegar. Entre finales de octubre y principios de noviembre, tomé la decisión de dejar mi actual trabajo en la Universidad para saltar a la empresa privada. No fue una decisión simple, pero tanto mis circunstancias (personales y profesionales) como las circunstancias externas confluyeron, haciendo que la decisión se volviera cada vez más lógica. De hecho, técnicamente hoy termina mi contrato con la Universidad. Han sido cuatro años y medio, en los que he aprendido mucho, y de los que me llevo muchos recuerdos (prácticamente todos buenos).
Tomé la decisión de participar en la fuga de cerebros (como ya han hecho algunos amigos, y como harán en breve algunos más), y marcharme del país. Pero cuando apenas había tomado la decisión y me había informado de los pasos a seguir, me surgió a través de un contacto una oferta aquí, en Madrid. El proceso fue sorprendentemente rápido (para una empresa de estas características), en apenas un mes he pasado todos los niveles de entrevistas, y sólo queda cerrar los últimos trámites burocráticos para, en unos días, pasar a trabajar en una multinacional americana de las grandes en informática.
El hecho de que estas fechas navideñas hayan coincidido con mi marcha de la Universidad, así como con el proceso de incorporación a mi futura empresa, son el motivo de que este año no haya podido hacer ningún viaje.
En el terreno profesional también hay una pequeña nota amarga, y es que, aunque hace un año que dejé de escribir para la revista @rroba (debido a su cierre), su editorial (MC Ediciones) aún me sigue debiendo dinero. Después de algunos pagos con cuentagotas, siempre tarde y tras insistir, en verano dejaron de pagar completamente. Desde entonces llevan dándome largas y diciendo que en breve pagarán, pero tras varias decenas de correos y cinco meses, sigo igual que en agosto. Una lástima que una relación profesional tan buena, y cinco años escribiendo para la publicación, se vean empañados por este final.
En definitiva, creo que el 2011 ha sido un buen año para mí, pese a la situación de Españistán y del resto del mundo en general. Y el 2012 se presenta con muy buenas perspectivas; así que ahora toca trabajar duro para que éstas lleguen a buen puerto.
Feliz año a todos. Espero que 2012 sea, como mínimo, un poco mejor que 2011 para cada uno de vosotros.
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